jueves, 6 de agosto de 2009

Las crónicas de Hernia. Hoy: El cabaret de Lavalle

Buenas tardes, niños y niñas, y bienvenidos a la primer edición (al menos en esta página) de las crónicas de Hernia. Crónicas acerca de la simple y ajetreada vida de un chico que aspira a ser un rock and roll viviente y que apenas llega a ser una balada movidita. Épicas historias arrancadas de la vida misma.

En esta edición, he de contarles lo que me sucedió el día de hoy, mientras hacía tiempo paseando por la calle Lavalle para ir a buscar cobrar mi comisión al call center donde trabajé durante unos largos tres días, antes de empezar a sugerirles a mis clientes menores de edad que jamás de los jamases trabajasen de eso.

Me encontraba paseando yo por esta calle, cuando de repente una chica con un folleto me detiene. Me muestra un folleto acerca de un lugar donde se daban espectáculos de tango, mientras me decía que era un bar tipo pub que a la nochecita se hacía boliche. Por supuesto, había algo que no cuadraba entre el folleto y el lugar que me describía la señorita, pero en la maravillosa mente de Ellioth Mess la burocracia sináptica es muy lenta, y cuando captan que algo anda mal, el resto del cuerpo ya se encuentra en un lugar oscuro, demasiado antro, rodeado de señoritas ligeras de ropa.

Empezaré por explicarles a los lectores que nunca pensé en pagar una prostituta, y mi intención es no hacerlo nunca. Considero que el sexo no es algo que deba alquilarse, o comprarse. De por sí que detesto el dinero, aunque me gusta poseerlo (precisamente para gastarlo), y digamos que usar ése valor tan detestado por mí para conseguir placeres carnales no me llama. Pero más allá de eso, sencillamente tengo ciertos códigos, y considero que el sexo es algo que uno tiene que ganarse, de una forma u otra. Y me parece de lo más bajo pagar para eso.
Es por eso que mi respuesta no fué afirmativa cuando la chica que me sentó en el sillón (que por su acento y fisonomía no había de haber nacido más al sur que Jujuy) me preguntó si alguna vez había estado antes en un cabaret. Ni bien me senté dije que no tenía tiempo, que sólamente había ido a mirar. De más está decir que me retuvo, y que comenzó a hablarme de lo bien que la podía pasar ahí, de los precios en los que estaban disponibles los shows, los tragos o las sesiones de sexo. Mi respuesta fué simple: "Tengo que estar en 5 minutos a 20 cuadras de acá".
El momento crucial fue cuando, sin haber pedido en ningún momento nada para tomar, nos trajeron dos tragos. Uno para cada uno. Fué en ese momento cuando pensé mñas que nunca: "tengo que salir de acá como sea". De más está decir que ni siquiera toqué ese vaso repleto de un líquido azul oscuro, con fondo negro. Ultimamente se me dió por conservar mis riñones en su lugar. Es una buena elección, lo recomiendan todos los médicos. Así que no tenía ganas de despertar en una zanja con medio cuerpo tajeado. ¿Era posible que esto no pasara? Por supuesto. Pero ya que dicen que nadie murió por trabajar pero que es mejor no hacer la prueba, decidí aplicar este precepto a la situación que estaba viviendo.
Miré la hora en mi celular. "Me tengo que ir YA", dije. Me levanté y me fuí a la puerta. Me dieron una tarjetita, no sin antes decirme: "Tenés que pagar el trago. Son $40".
-"Ey, pero yo no pedí nada" - Fué la lógica respuesta de un joven que quiere retirarse sin tener que dejar $40 en el camino.
-"Pero te lo preparamos y te lo trajimos, lo tenés que pagar"
Intenté dirigirme hacia al puerta, pero me cerraron el paso. Eran 5 mujeres. Afortunadamente, ningún varón. Pero no creo que fuesen precisamente a hacerme mimos. No al menos sin pagarles antes. Así que abrí la billetera y saqué $40.
-"No, $40 cada trago. Tenés que pagar el de la chica, también."
-"Pero no tengo más que $60"
-"Bueno, poné $20 más y mostrale a la chica que no tenés nada mas"
Lo hice. Acto seguido se apartaron de la puerta. Salí a la peatonal, puteando por dentro, pero tomandome las cosas con una calma que raras veces tuve en estas situaciones.

Yo quería un morral. Ahora no hay plata ¬¬

Mah si. Yo me voy a llamar por teléfono a esta señora. Seguro que soluciona todos mis problemas. Inténtenlo. Y no se olviden de que "lo importante es el amor" 4767-1534

P.D.: Posta, llamen. Carajo.

Desatentamente: Elías Alejandro Fernández

3 comentarios:

  1. Hola rockeroo!
    no se tu nombreee!!
    espero me lo digas eh y no la estas haciendo muy completa que digamos porque no te veo pasar por mi flog. Espero que me visites ehh
    te agrego a mis ffs del blog
    agrega
    Meli

    PD: Cuantos blogs tenes? y cual te tengo que firmar? Elegi este porque tiene la fecha mas actual me parece.. no?
    Besos

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  2. Mientras leía esto me pasaba algo extraño... en especial en la parte en la que sacaste $40 y se los tuviste que dar a la puta. Enojo. Sí, creo que eso es lo que sentí. Y no por lo que hiciste, sino por la desagradable situación en la que te encontrabas. Tenés que darle las gracias a dios de que sos un tipo tranquilo y sabés manejarte en esas situaciones porque yo en tu lugar, me hubiese pasado bien por los huevos ese dicho de que "a las mujeres no se les pega" y hubiese salido de el lugar empapado en sangre y con uñas postizas clavadas en el cuello.

    En fin, tu nuevo blog es muy bueno (yo te leo desde intento de vida normal número...).

    Saludos y más suerte la próxima vez.

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  3. jajajaja. -me resulta muy familiar tu post.... a mi me pasó eso gracias a un amigo que, medio en pedo, aceptó la invitación de un flaco a entra en uno de esos antros (no es que yo me horrorice porque...bueh..you know me...)y, para que no lo maten y después me interroguen los padres a mí sobre qué hacíamos a las 4:00 a.m. en Cap. si se suponía que estábamos en Lanús, entré. Yo pagué $10 que era lo último que me quedaba y poner $2 en monedas (cuando se conseguían).

    PD: el infeliz de mi amigo sabía que no tenía un mango....

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